Según los registros históricos en relación a
la vida del ser humano, nuestra especie ha presentado diversos cambios físicos
y psicológicos, desde la etapa prehistórica hasta la era contemporánea. Estos
cambios apuntan directamente desde su capacidad física, sus pensamientos y
costumbres, hasta los innumerables descubrimientos que han marcado una profunda
revolución en el diario vivir de nuestra humanidad. Supuesta y técnicamente, el
hombre y la mujer han avanzado en la construcción de una nueva cultura, donde
priman factores como la ciencia, el arte, la tecnología, la economía, el
trabajo, los dogmas, entre otros. Sin embargo, creo que en este avance, nuestra
especie ha dejado en el olvido algo muy importante para una sana convivencia:
“La Coexistencia”.
Coexistir no es otra cosa que “el grado de
consenso de los miembros de un grupo social o la percepción de pertenencia a un
proyecto o situación común”. La especie se ha preocupado, fundamentalmente, de
desarrollar y perfeccionar una vida materialista pero no de desarrollar su
materia propia, es decir, su mente. Esto produce como consecuencia que el
humano actué primordialmente como ser individual, introspectivo y egoísta, todo
en su afán por obtener reconocimiento, dejando en segundo plano la convivencia
grupal.
Si analizamos la línea del tiempo en la vida
del ser humano, nos encontramos paralelamente entre el desafío de los descubrimientos
y la supervivencia. Cazadores prehistóricos, reyes y esclavos, dogma y ciencia,
aristocracia y burguesía, empresario y trabajador; todos en una mezcla la cual
si ha contribuido al avance en la forma de vida de la especie, pero a su vez,
al retroceso de la coexistencia humana. Los ejemplos de retroceder en ese
sentido ustedes ya los conocen en algunos aspectos: guerras, hambre,
enfermedades, pobreza, desolación, desigualdad. Estos ejemplos rectifican mis
palabras sobre el hecho de que el ser humano no jugó todas sus fichas en pos de
la coexistencia y la ejecución de una buena estructura social, al contrario,
solo trabajó en pos de la supervivencia a cualquier precio, cuyos logros
desencadenaron desarrollos gigantes para la vida, sin embargo, el ser humano ha
estado tan preocupado de sí mismo, que su alter ego desarrolló a un enemigo del
coexistir: “La Violencia”.
El actuar violento de la especie pudo ser
justificado en la era paleolítica, donde la prioridad fue la caza y donde
sobrevivir ante la adversidad del clima y el hambre era la única opción. Con el
tiempo, el ser humano desarrolló su pensamiento y también su “yo interno”.
Resultado de ello frases como “Yo soy rey, yo soy ley” generaron climas de
conflicto entre imperios y esclavos, despertando a la violencia. Los cambios siguieron con el
tiempo, surgieron nuevas ideologías, inventos y estilos de vida, pero a mayor
avance hubo también mayor violentismo, debido a que el acceder a los logros
alcanzados era solo el derecho de pocos. La era contemporánea tampoco ha estado
ajena a esta situación.
Actualmente, la vida ha mejorado y existe una
cierta plenitud de vida, pero solo pocos lugares logran tener ese privilegio. A
millones de años de evolución de la especie, considero que no es posible que se
sigan viviendo hechos de violencia y en muchísimas partes del orbe. Tragedias y
muertes en Venezuela, Nigeria y Ucrania, debido a protestas, por ejemplo, nos
demuestran que la especie es incapaz de mantener cordura y mantener el dialogo,
recurriendo a hechos violentos.
Manifestadas todas las partes, sin común
acuerdo y con mayor repudio que sensatez, la violencia sostenida en ser humano
me hace pensar, si efectivamente estamos en un proceso de evolución o de
involución mental, lo cual perjudicará el estilo de vida individual y en
sociedad. De este modo, es imposible no hacerse las interrogantes: ¿Será
posible que el humano sea en esencia, violento? ¿Será posible que su codicia
prime por sobre su sensatez? ¿Será posible que no estemos evolucionando sino
retrocediendo e inconscientemente, estemos construyendo nuestra propia
extinción? ¿Será posible que estemos condenados a vivir entre el camino del
bien y del mal?
Por ahora, solo el tiempo lo sabrá…
No hay comentarios:
Publicar un comentario